La comida y tú…
Comer es una necesidad ineludible, todos lo sabemos. Lo que no es tan obvio es cómo poner en práctica hábitos perdurables de buena alimentación. ¿Por qué nos resulta tan difícil tener una relación sana con la comida? Porque comer no es una acción vinculada únicamente a nuestras necesidades biológicas como seres humanos. En cómo nos comportamos con respecto a nuestra alimentación, influyen también aspectos psicoafectivos y socioculturales.
La comida sana no tiene por qué ser aburrida ni repetitiva. Puede y debe darnos disfrute, el mismo goce que sentimos apenas iniciamos nuestro andar en este mundo, porque el placer de comer es de los primeros que aparecen en los seres humanos.
En la familia podemos ayudarnos a estimular nuestras ganas de contar con una buena alimentación, que sea placentera y cotidiana en nuestras vidas. Y es que la comida está muy relacionada con la familia, en nuestros talleres de cocina en familia podréis comprobarlo.
Es en el seno familiar donde se forman nuestros hábitos alimenticios a temprana edad, donde la relación con la comida comienza a construirse. En esa construcción son importantes los aspectos sensoriales ligados al propio hecho de comer, y también las sensaciones que nos produzca el entorno en el cual nos alimentamos. Las emociones agradables o desagradables asociadas a la comida, determinan cómo será la relación y las consecuencias buenas y malas que ocasione en nuestras vidas.
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Cómo es tu relación con la comida
¿Te has preguntado cómo es tu relación con la comida? ¿Es una relación sana o es una mala relación? Si luego de pensarlo un poco, concluyes que tu relación con los alimentos no es la ideal para una vida de salud y bienestar, no te preocupes. No eres la única persona en esa situación, y lo positivo es que puedes cambiarla.
No es tan sencillo mantener los hábitos de la buena alimentación cuando en nuestra cultura la comida está unida a las celebraciones, al entretenimiento y a la vida social. En Navidad o en una boda, no falta la comida, tampoco si vemos una película prescindimos de las palomitas de maíz, y cuando quedamos, muchas veces, lo hacemos para cenar o ir de tapas.
El modo cómo nos relacionamos con la comida está también influenciado por la industria de los alimentos procesados: estamos rodeados de bollería, harinas refinadas, productos azucarados, salados y grasosos en exceso. Cuando buscamos aliviar la ansiedad o la tristeza, tendemos precisamente a consumir este tipo de alimentos, ricos en contenido de grasa y que, además, son adictivos.
La gratificación inmediata es otra de las facetas de una relación no tan saludable con la comida. Cuando hacemos algo bien, nos premiamos, o premiamos a nuestros hijos, con un helado, una tableta de chocolate o una pizza. Experimentamos la satisfacción sin tardanza y, con probabilidad, estaremos dispuestos a repetir esta conducta de placer instantáneo, sin pensar demasiado en el riesgo de convertirla en un hábito nocivo ni en las consecuencias para nuestra salud.
La mala relación con la comida puede llegar a agobiarnos. Saber que estamos consumiendo alimentos que no son buenos para nuestra salud, nos produce tristeza, rabia, frustración y sentimiento de culpa. Más allá del agobio, una dieta pobre en antioxidantes y micronutrientes y rica en grasas trans, puede alterar nuestro estado emocional, al punto de ponernos en peligro de deprimirnos.
Otras consecuencias de la mala relación con la comida son la falta de energía y trastornos en el sueño. En el mediano y largo plazo, alejarnos de una buena alimentación, ocasionaría el desarrollo de obesidad, hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares y digestivas.
Teniendo una buena relación con la comida
Incorporar a nuestra vida hábitos que nos garanticen una buena alimentación, es posible. No tienes que ser demasiado estricto contigo mismo. Comerte una pizza o una chuchería de vez en cuando, no está mal. La clave está en que no se vuelva recurrente y que no predominen los excesos. Y no menos importante, si te excediste, retoma enseguida las buenas prácticas en relación con la comida, no te quedes pensando en lo que ya no puedes cambiar.
Te proponemos algunos consejos que pueden ayudarte a mejorar tu relación con la comida y a conseguir una buena alimentación:
- Observa y analiza cómo te alimentas y qué emociones asocias con la comida saludable y con la no tan saludable y por qué. Apuntar a diario qué alimentos ingieres y a qué hora, también te dará una idea de cómo te estás alimentando.
- Invierte tiempo, conocimientos y cuidados en tu alimentación. Preocúpate por conocer los alimentos, de dónde proceden, y los nutrientes que aportan, está atento a lo que ingieres. Llévate cada bocado a la boca de forma consciente, eso incluye prestar atención a tu postura en la silla. Infórmate sobre qué combinaciones y recetas te brindarán una buena alimentación. Mantén una actitud positiva y abierta para incluir nuevas formas de preparar las comidas y servirlas con imaginación para que sean todavía más atractivas.
- No olvides que a la comida hay que dedicarle tiempo. Respeta los horarios de las comidas y tómate tu tiempo para masticar y saborear cada alimento. Haz cinco comidas -desayuno, comida, cena y dos meriendas-, toma abundante agua y realiza actividad física.
- Planifica las comidas de la semana, distribuye con equilibrio durante el día las proteínas, carbohidratos, lípidos, glúcidos, vitaminas y minerales que necesitas para una buena alimentación.
- Para vencer la tentación de ingerir alimentos no saludables, te aconsejamos realizar otra actividad: leer un libro, hablar por teléfono, oír música, salir a caminar, en fin, cualquier cosa que te distraiga del bocado tentador. Y si al final claudicaste, no te agobies, pasa la página y retoma el camino.
- Más que prohibirte alimentos, prohíbete los excesos. No sientas que la comida es tu enemiga, más bien considérala una buena amiga que te ayudará a vivir mejor.
Una dieta saludable nos ayuda a sentirnos bien, con más vitalidad y bienestar. A medida que lo conseguimos, nuestra relación con la comida se va haciendo cada vez mejor porque los buenos hábitos alimenticios se vuelven permanentes.
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